Nada de todo esto vale la pena sin alguien que te haga ser incoherente. Ni flores, ni velas, ni la luz de la luna. Este es el verdadero romanticismo: alguien que llegue, te empuje a hacer cosas de las que nunca te creíste capaz y que arrase de un plumazo con tus principios, tus valores, tus "yo nunca", tus "¿Yo? qué va".
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